Es época de recolección, los campos del marquesado demandan mano de obra ajena para no malograr la cosecha de trigo de hogaño. Varios grupos de aldeanos acuden a segar a Huéneja (Granada), y se quedan a dormir al raso junto a las hazas donde laboran.
Isabelica, con temor y vacilando, pero con ánimo de saber sobre su difunta hermana, marcará con su venida, acompañada del caballico Cárdeno, eterna memoria entre las gentes de la Villa.
La Piedra Amarilla destila superstición y magia, pero también esconde tres misterios: las ánimas en pena que vagan por los llanos y las viñas, los homicidios de las muchachas y la huida de D. Carmelo.
Entretanto, ¿qué pueden pintar acá, en medio de la siega, un caballero y un poeta?…

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Es sazón de tomar el pan, las fazas e pedrugales del cenete demandan a vivas voces ser ya tollidos pora non facer parva nin mallogar los trigos. Varias collas de aldeanos trasponen ogaño a faena a Huéneja, maguer non habeden posada sino so los rastrojos e al raso do trebajaron.
Isabelica, con desazón e desasosiego, caunque peripuesta de ánima por conocer de primera mano ca acaesció a su defunta cormana, señalará con su personación e cabe el Pony Colorao a penene la memoria so los homes e mujeras de la villa.
La Piedra Amarilla fitra e rezuma magia pura do se cate, e so su follaje encubren las tres sinrazones de la villa: las ánimas en cuita ca vagamundean por las viñas, los homecidios probados de las mancebas e la desanchadísima hégira de D. Carmelo.
Entremás, ¿ca pintan acá a medio los secanos un fidalgo e un trobador pandereta?…