Cuenta una leyenda japonesa que aquellos que están destinados a encontrarse y vivir una historia importante están unidos por un hilo rojo. No importa el tiempo que pase o cuándo se encuentren. El hilo puede enredarse, estirarse, tensarse o desgastarse, pero nunca romperse.

Hay seres, personas o animales, cuyos caminos confluyen y se salvan mutuamente. Son encuentros que dan sentido a una vida que parecía haberlo perdido, que curan las heridas del alma y ponen tiritas en el corazón.