En los albores del siglo XII, desde la recóndita Salamanca que subsiste a orillas del Tormes, Jerónimo de Perigueux se esfuerza para hacerla visible frente a la ofuscación y la falta de interés presente en nobles y reyes, quienes parecen haberla olvidado hace tiempo. Sin embargo, el acontecimiento ocurrido de madrugada en Santa María del Azogue perturbará de forma alarmante el proyecto de metrópoli que, gracias al de Perigueux, comenzaba a generar ciertos frutos.
El tránsito del monje Láster y el converso Hunaya hasta la ciudad, tras haber sido reclamados en Samos por Xelmírez, previa petición del obispo Jerónimo, tendrá por objeto hallar de forma urgente una solución a lo acaecido, en una tentativa que logre acallar las protestas surgidas entre los repobladores traídos desde otros lugares de la península, en su mayoría bajo dominio sarraceno.
En una Salamanca misteriosa, laberíntica, pero sobre todo vulnerable, debido a la desconfianza que muestran sus habitantes, los dos benedictinos deberán extremar la prudencia antes de adentrarse por espacios desconocidos, al afrontar callejuelas donde les acecha el peligro, o plantando cara a señores y clérigos que nunca cuentan toda la verdad.
Si alguien que no existe te vigila, desconfía, estás en peligro.

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