La portada de un libro es uno de los elementos más cruciales en su éxito comercial. Es lo primero que ven los lectores potenciales y, a menudo, la razón principal por la que deciden tomar un libro de la estantería o hacer clic en una lista en línea. En el mundo competitivo de la editorial, una portada atractiva y bien diseñada puede marcar la diferencia entre un libro que se vende y uno que pasa desapercibido.
No sirve cualquier imagen, aunque sea bonita
En algunas ocasiones, los autores nos han proporcionado su imagen para la portada. La defensa que planteaban estaba basada en cuestiones sentimentales: les recuerda un lugar, la ha diseñado o dibujado un familiar, es la imagen que tenían delante durante todo el proceso de escritura… Para nosotros lo más fácil es aceptar sus propuestas y el trabajo que nos ahorramos; sin embargo, estaríamos faltando a nuestra honestidad. Por ello, exponemos nuestro punto de vista y les hacemos una propuesta teniendo presente su idea. Céntrate más en encontrar una imagen conceptual y evocadora, que represente lo que transmite el libro y hable su lenguaje. Las imágenes sencillas son más fáciles de recordar para el cerebro y dejan una huella más profunda.
El tono del libro:
El diseño es un proceso creativo al que todo el mundo tiene acceso y derecho, por supuesto. Recuerda el tipo de obra que has escrito y selecciona una portada que indique claramente el género que contiene. No vale que la elección sea simplemente porque te gusta a ti, o porque te representa a ti o a lo que te sugiere tu historia. Ten en cuenta que los lectores no tienen por qué conocerte, y no estarás siempre junto al libro para explicarles el sentido de la portada. Amplía tu perspectiva y diseña para tus lectores, abre el concepto del diseño al imaginario colectivo. Por ejemplo, si has escrito una comedia romántica, tiende a usar colores brillantes y elementos gráficos juguetones, aunque en tu día a día te rodees de colores neutros y suaves.
Las ilustraciones tienen personalidad propia
Las ilustraciones (salvo las neutras) tienen personalidad propia. Esto significa que solo con verlas, colocan al lector en una posición de prejuicio. Además de las características que tengan, tras décadas formando parte de la historia, sus rasgos han ido absorbiendo connotaciones, y debes tenerlo en cuenta para no errar en la comunicación del diseño. Por ejemplo, las ilustraciones pueden ser formales, realistas, fantasiosas, infantiles, ingenuas, neutras, vectoriales, de cómic… Aunque la imagen representada evoque la idea perfecta que sugiere tu libro, puedes echarlo por tierra si te equivocas en la elección del estilo.
Nunca, nunca, nunca uses Comic Sans
Respecto a la tipografía: debe ser legible y apropiada para el género del libro. Una fuente elegante y clásica podría funcionar para una novela histórica, mientras que una fuente moderna y llamativa podría ser adecuada para un thriller. La ampliamente utilizada Comic Sans se diseñó originalmente para enviar invitaciones de cumpleaños infantiles. Desde que se incluyó en el catálogo tipográfico de los ordenadores, se ha extendido para cualquier uso que busque “originalidad”. No es original, pues cualquier usuario con ordenador la tiene disponible. Incluso si publicas un álbum infantil, evita utilizar tipografías demasiado conocidas, ya que la mayoría de tus lectores las tendrán en su ordenador.
La jerarquía tipográfica es crucial: el título debe ser el elemento más destacado, seguido del nombre del autor y cualquier subtítulo o lema.
Los colores… ¡ay, los colores!:
Es bien conocido que los colores evocan una serie de emociones y atraen la atención de determinados lectores. Aprovecha esta psicología del color si quieres añadir una connotación extra a tu diseño. Los colores cálidos pueden ser energéticos y apasionados, mientras que los colores fríos transmiten calma y misterio. El verde se asocia con el medio ambiente y lo ecológico, pero también puede representar veneno y por tanto peligro. El negro es elegante, pero evoca oscuridad y noche. Si tu obra es de autoayuda, utilizar el negro puede parecer elegante, pero ahuyentará a quienes buscan luz y pureza, que quizá sean tu público objetivo.
Tu portada no es una obra de arte:
Es común que te centres en todos estos puntos y tiendas a crear una imagen perfecta como si fuera una obra de arte, ideal para decorar cualquier pared de tu casa. Si ese es tu caso, déjala ahí, en la pared de casa. La portada tiene que comunicar a primera vista y debe ser fácil de recordar. Ten en cuenta que ahora tu imagen está sola en la pantalla del ordenador y ha captado toda tu atención, pero desafortunadamente, esa situación ideal no será la misma cuando la lleves a la librería. Pregúntate si esa imagen llamaría la atención entre cien portadas más, al tamaño de un palmo de ancho, al comprador ocasional que pasea por la librería distraído, tocando un libro, mirando otro y hablando con su compañero.
Tu diseño no está solo:
Mientras realizas el diseño de la portada, no olvides reservar un espacio para el título, tu nombre y el subtítulo. Ese espacio debe estar libre de texturas, elementos y colores (todo eso que los diseñadores y fotógrafos llamamos “ruido”), para que no interfiera con el texto que irá superpuesto. Te recomiendo diseñar con el texto en pantalla, para que la concepción de tu idea contemple al texto como un elemento compositivo más.
Como puedes ver, diseñar una buena portada no es tan sencillo como puede parecer inicialmente, pero es muy entretenido y gratificante intentarlo. Espero que estos detalles te hayan sido útiles y te animes a diseñar tu propia portada. Y si no es así, recuerda que estaremos encantados de diseñarla para ti.